Las traducciones médicas no son para nada simples. Requieren de muchísima experiencia, especialización, estudio y conocimiento por parte del traductor. Podríamos decir que el traductor tiene que contar con suma destreza en el campo de la medicina y haber leído muchísimo acerca del material al que se está enfrentando para su traducción. Muchas veces, hay que investigar mucho, leer monografías, ensayos, etc. para empaparnos en lo que estamos traduciendo.

No existen sinónimos ni antónimos o frases genéricas o, por decirlo de otra manera, modos de parafrasear, como medios de escape porque, de hacerlo, podríamos estar incurriendo en un grave problema o incluso falta o error legal, del cual no existe salida. 

El traductor médico tiene que saber exactamente que está traduciendo una historia clínica de un paciente que, por ejemplo, llegó a la sala de emergencias con una lesión abdominal (injury en inglés) y que no puede, bajo ningún concepto, traducirlo como "injuria", porque todos sabemos perfectamente que injuria es un término relacionado con un agravio o con una cuestión legal, por lo que definitivamente no se puede traducir "injury" como "injuria" porque le estaríamos ocasionando un grave daño a nuestro cliente por el hecho de nosotros como traductores confiar en los incontables "falsos amigos o cognados" con los que cuenta la lengua inglesa.

Hay que leer profundamente, tener miles y miles de recursos online y a nuestro alcance.

Si nos comprometemos con una traducción médica, y los términos no se encuentran por ningún lado, ni siquiera en una biblioteca, no es mala idea preguntarle a nuestro cliente e incluso acercarnos a un hospital o clínica en el cual nos ayuden a dar con la traducción fiel y exacta de dicho término.